Déjalos ir

Fue un 25 de marzo de 2015 cuando adopté a dos pequeñas criaturitas, unos conejillos de indias, para ser más exactos. Los nombré Sol y Pi, bueno, excepto a Solecito, él ya venía con ese nombre y me gustó. Al otro le puse Pi por irracional, era toda una personalidad. Bastante extrovertido, muy animado, hiperactivo, corría por doquier y hacía enojar a su hermanito.

Recién había sufrido la pérdida de mi otro bebé, Chispita Herz Kuikui, quien falleció por una causa que desconozco el 19 de marzo de ese mismo año. Iba a cumplir 6 años en noviembre, pues lo había adquirido en el 2009. En fin, un terrible vacío inundaba mi habitación y por simple que parezca, me puse a buscar en páginas donde casualmente encontré a una chica que daba en adopción a sus cuyos. Vi a uno que se parecía demasiado a Kuikui pero opté por los otros por diversas razones.

Llegaron así un 25 de marzo a mi casa, donde los instalé en la vieja casita de Kuikui. Allí, yo sabía que no deberían estar por mucho tiempo. En meses crecerían y el espacio se haría más y más reducido, así que mi único objetivo fue el meterme a trabajar y comprarles una casita más decente.

Comparándolos con Kuikui, a estos les di una atención más completa. Con Kuikui había sido muy descuidada pero con ellos de verdad quería que vivieran sus 7 o 10 años. Como dije, me puse a trabajar en un local cerca de donde vivo y en ese mismo año, por estas fechas, logré conseguir su casa. Mucho más grande y amplia, de verdad me llenaba verlos jugando, corriendo y comiendo alrededor. 

Asimismo me la pasaba muy mal por esas fechas, me sentía sola a pesar de que tenía compañía. Recién habían sucedido desgracias pero despertar y ver los rayos de sol posarse sobre sus peluditos cuerpos me llenó el corazón. Despertaba día con día para estar con ellos. Ellos fueron mi razón principal para trabajar y seguir activa en mi tienda.

Es verdad que la limpieza era tediosa, pero como dije, a pesar de ello quería lo mejor para esos dos pequeños. Ahorraba dinero para su comida, posibles visitas al veterinario, pasto y demás cosas. Me sentía contenta con ellos porque, mientras trabajaba, en mis ratos de descanso me ponía a verlos.

Hubo un día en el 2016 que de nuevo empezaba ese ataque de ansiedad, pero gracias a que Solecito hizo demasiado ruido, logré distraerme y le prometí que cada que pensara en cosas de ese estilo, él estaría en mi mente. 

Sé que suena tan absurdo, tal vez para algunos de ustedes, pero las mascotas de verdad pueden ayudar a sanarte, a comprender las cosas más sencillas. 

Y es que así fue.

Pasado el 2016 de nuevo sucedieron cosas horribles, estuve a punto de irme lejos, sin embargo no lo hice por ellos. Ellos me detuvieron. Quizá me hubiera sucedido algo malo. De hecho, imaginaba que me iba sin ellos y mis familiares, por preocupación, los descuidarían. No quería eso.

Me mantuve firme a lo largo del 2017, pero fue en mayo aproximadamente cuando Solecito empezó a presentar unos síntomas muy peculiares. Tras indagar un poco en páginas, vine a la conclusión que iba a ser grave. Y así fue. Tras ir al veterinario y unos estudios después, maloclusión fue la enfermedad.

La maloclusión, en resumen, es la malformación y sobrecrecimiento de las raíces de los dientes, este afecta principalmente a los roedores como cuyos, conejos y chinchillas. Es una enfermedad terrible porque puede penetrar totalmente la mandíbula. 

Mi cuyito tenía eso.

Lloré muchísimo pero no me iba a rendir tan fácilmente. Me puse a investigar como loca, a ver en foros, contactar a una veterinaria que inventó el "chin sling" el cual compré. Pero no solamente era eso, dado que mi pequeño no podía comer por su cuenta, me la pasaba todo el tiempo en casa, cada 4 hrs para darle de comer, lo que significa que madrugaba bastante. 

Perdió peso muy rápido y a duras penas lo podía mantener estable. 

Sin embargo, conforme el mes se iba acabando, las probabilidades de que pudiera mantenerlo vivo se veían opacadas. Me dolía mucho el tener que pensar en eutanasia, no quería hacerlo porque me aferré a la mágica idea de que podría regresarlo a la normalidad. Pero es que desde entonces, él ya no era el mismo. 

No sé cómo diablos fue que pensé que por más que uno quiera mantener a quien ama con uno mismo, sin que este pueda o quiera, es imposible. Uno siempre escucha que debe dejarlo ir, pero se apega aún así a ése. 

Después de haberlo pensado demasiado, decidí cometerlo. El 19 de julio de 2017 fui al veterinario para la eutanasia y así, me despedí de mi pequeño. Sólo tenía 2 años y 5 meses.

Era evidente que no me quedaba de otra que estar con mi otro pequeño y cuidarlo hasta que se hiciera mayor, sin embargo, fue el 14 de enero del año en curso que presentó exactamente los mismos síntomas. Asimismo fui nuevamente con el veterinario y se mostró la misma historia. Fue genético, pero Pi estuvo más grave. Sus raíces habían crecido a una velocidad impresionante en una semana. 

Vino nuevamente el llanto y la misma lección que con Solecito, debía dejarlo ir. Bien mi amiga me dijo cuando le estaba comentando que no quería que se fuera: "Discúlpame, pero lo que tú sientes ahora no es relevante". La boca llena de razón, como siempre. 

Estaba siendo egoísta pensando en tenerlos a los dos, como diera lugar, sin importarme su sufrimiento.

Pero no fue así, NO FUI ASÍ.

Yo sabía claramente que conmigo vivos sufrirían una muerte terrible, sólo piénsenlo, su naturaleza es comer a cada rato y quitarles eso para consumir solamente papilla, es deprimente. Estaban tristes y yo los vi. 

A mi pequeño Pi lo dormí el 31 de enero. Fue demasiado valiente y los amo a los dos por ser tan poderosos y haberme demostrado el valioso tesoro de un amor incondicional e inocente.

¿Cuál sería la definición de amor, entonces? No lo sé, es subjetivo. Pero si de algo estoy segura es que implica naturalidad, libertad y alegría. Es decir, encerrar a un ser por amor, aparte de antinatural, no es amor, sino una obsesión que cae en el miedo.

Así, pase lo que pase con la gente que amo y como he dicho siempre, el amor debe ser con alguien que quiera estar conmigo y no me importa si decide cambiar de parecer, es humano sentir y cambiar. 

Si de algo estoy segura es que yo lo amo mucho y lo he hecho desde el 14 de enero de 2008, desde entonces no he cambiado de parecer en absoluto y jamás lo haré. Así como con esta otra persona que desde el 2006, la nombré mi primer amiga. La sigo amando y no me importa si pasan 20 años sin hablarme, yo estoy con los brazos abiertos para ellos.

Los amo mucho, jamás lo olviden.

Sol y Pi, respectivamente.





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